martes, 6 de noviembre de 2012

Desmontando intelectuales


En una España donde los intelectuales solo salen de la mudez culpable para pontificar de fútbol, recibimos el inesperado manifiesto de nombres de la cultura española según se entra a la izquierda, preocupadas ahora por las injusticias financieras del Estado de las autonomías, la organización territorial, la convivencia, la pobreza, etcétera. Toda una novedad. La España ilustrada que busca ser viable en la diversidad, la que no tiene apriorismos rancios acerca de los catalanes, la que no dijo ni mu en el mareante tiovivo del Estatut, sale hoy del escondite para denunciar la corrupción de los tiempos y avisarnos de catástrofes futuras si no atendemos su llamada. Otro gallo nos cantara si esos pensadores o 'celebrities' culturales no hubiesen esperado a verle las orejas al lobo para trabajarnos vías de salida; si hubiesen sido la voz de los sin voz, la conciencia responsable de la sociedad y no unos moralistas apagafuegos.
zoomJosé María Aznar (izquierda), junto a Mario Vargas Llosa, el pasado día 24, durante el acto de entrega al escritor del Premio FAES a la Libertad, en Madrid.
José María Aznar (izquierda), junto a Mario Vargas Llosa, el pasado día 24, durante el acto de entrega al escritor del Premio FAES a la Libertad, en Madrid. DAVID CASTRO
En Catalunya, el papel de los intelectuales o figurines de la cultura (cuánto oportunista subido al carro del soberanismo) es tanto o más penoso. Un selecto racimo de guerreros catalanistas se nos aparecen como los sumos sacerdotes que poseen la llave del destino de la historia, sabedores absolutos de cuándo su pueblo se desvió y cuál es la salvación única posible.

ACRISOLADO FERVOR DE CLUB DE FANS DE MAS

Agrupados en torno al equívoco y pretencioso nombre de Assemblea Nacional Catalana, intentan erigirse en un tribunal popular por encima de los partidos y por debajo de la federación nacionalista. La presidenta de la ANC demostró un acrisolado fervor de club de fans de Artur Mas; tanto fue su papanatismo aplaudidor en el Parlament y fuera de él que tuvieron que avisarla y entonces se desmarcó tanto que tuvieron que avisarla de nuevo para que volviera al redil. Un reparo extendible al grupito de intelectuales que arroparon en admirado cariño al President a su vuelta de la Moncloa, como hinchas pancarteros de aeropuerto. Patriotas que no suelen soltar una sílaba sobre conflicto entre clases, pero saben arrimarse al poder.
En el franquismo, la Assemblea de Catalunya era una instancia cívica que aguijoneaba a los partidos para que no desfallecieran en la lucha por los objetivos de libertad, amnistía y Estatuto. La Assemblea fiscalizaba, porque eran tiempos de anormalidad. Hoy en día, Catalunya no necesita ninguna plataforma política prefabricada para hacer de médium entre una verdad revelada y los modestos ciudadanos.

APELAR A TIEMPOS EXCEPCIONALES

En una democracia representativa, por imperfecta que sea, ningún poder debe situar sus clamores y ardores como suprema coacción político-sentimental desde la cima de una pretendida soberanía popular que saca la bandera estrellada a la calle. Claro que esta peña de faros esclarecedores de las masas actúa contra una tiranía como si en España no hubiese pasado nada desde 1975 y apela a tiempos excepcionales --¿les suena el adjetivo?-- para homogeneizar la Catalunya una, grande y libre.
Los engreídos que se sienten sujetos universales depositarios del sentido de la historia se atreven con todo, hasta a declarar traidores a quienes no les rindan armas intelectuales. Estos maestros del pensamiento (alienante) no vacilan en falsificar datos y argumentos para favorecer una causa independentista --nutrida, legítima y merecedora de debate y voto, por otra parte-- y segregar a los tibios o fríos, reos de alta traición. Valía para el GAL y vale para algunos hechiceros modernos: ni siquiera la patria es más importante que la verdad, la ética, la dignidad.

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