lunes, 5 de noviembre de 2012

España: rescate aplazado, Catalunya y erosión social

Catalunya no es el centro del mundo, aunque algunas personas, a ambos lados del Ebro, tienden a creer en la profecía ampurdanesa de Salvador Dalí, según la cual el centro del Universo se halla exactamente en la estación de tren de Perpiñán. Territorio anexionado por Francia en el Tratado de los Pirineos (1659). Epílogo de la brevísima República Catalana de Pau Claris. Testigo de la victoria del cardenal Mazarino en la Paz de Westfalia (1648), que puso fin a la Guerra de los Treinta Años en el centro de Europa con el auge del protestantismo como telón de fondo. El orden de Westfalia, germen de la Europa de los estados nacionales, detonante del futuro hegemonismo napoleónico, de la fragmentación alemana (de posteriores y terribles consecuencias hitlerianas); del lento e imparable declive del Imperio español y de la disminución de la autoridad política del Papa de Roma. Perpiñán es un lugar westfaliano. La gare de Perpignan, óleo de 1965, expuesto en el Museo Ludwig de Colonia (Alemania), expresa esa fantástica visión de Dalí. 

Catalunya no es el centro del mundo, pero algunos periódicos españoles viven literalmente obsesionados por la hirviente cuestión catalana. Algunos personajes del Madrid bullicioso que gira alrededor del periodismo y la política creen más firmemente en una próxima e inevitable independencia de Catalunya que la mayoría de los catalanes, oscilantes entre la idealización del futuro, la duda sobre el mismo y la sorna acerca del presente, como es tradición en su país. Dos almas. Dos psicologías. Dos esferas nacionales. Una, más fuerte, tiende al tremendismo y a tomarse las cosas al pie de la letra, mientras calcula. Puede pasar de la amenaza -ora con la Constitución, ora con el Código Penal- a la oferta de diálogo en cuestión de días. La otra, menos fuerte, se mueve constantemente entre la teatralidad -ora la exageración, ora el amago de retirada-, la tenacidad, la queja, el resquemor y el sentido de la oportunidad. A la primera le pierde la prepotencia; a la segunda, la propensión al ridículo cuando se inflama súbitamente. Ambas se alimentan de las ofensas de la otra parte. Y así van pasando los días.

Catalunya no es el centro del mundo, pero el adelanto electoral bajo el signo del soberanismo ha alterado sustantivamente la agenda política española, con resonancias internacionales que van bastante más allá de un dossier de prensa cada vez más voluminoso. Hay otros asuntos, sin embargo. Por encima de todo y de todos, la crisis económica y sus efectos.

Tras la cumbre europea de los pasados días 18 y 19 de octubre en Bruselas, el Gobierno diríase que está en mejores condiciones para resistir las presiones que venía recibiendo para una inmediata petición de ayuda al Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera, fondo que los italianos han bautizado creativamente como scudo anti spread (escudo anti diferencial), y que la política y la prensa españolas, mucho más melodramáticas, denominan fondo de rescate. Sigue habiendo una fuerte discusión en el Gobierno y en su entorno técnico sobre la conveniencia de pedir esa ayuda en un futuro inmediato.

Mariano Rajoy consiguió que las elecciones de Galicia y el País Vasco se celebrasen sin el impacto psicológico del rescate. Y todo apunta a que las elecciones catalanas se celebrarán el próximo día 25 sin que España se haya visto obligada a pedir respiración asistida. No es un dato menor. El pasado míércoles, el presidente del Gobierno afirmó de manera taxativa en el Congreso que no habrá petición de ayuda este año. Las necesidades financieras del Estado para lo que queda del ejercicio 2012 están prácticamente cubiertas. Los ingresos fiscales están aumentando como consecuencia de la subida del IVA y de las modificaciones en el impuesto de sociedades y gracias a ello, el ministro de Hacienda Cristóbal Montoro aún cree posible aproximar el déficit a los parámetros acordados con el Directorio Europeo (6,3% del PIB), aunque el Banco de España observa riesgos de desviación.

Oficialmente nadie ve brotes verdes -salvo la ministra de Trabajo, Fátima Bañez-, pero en privado, algunos ministros comienzan a hablar de una cierta perspectiva esperanzadora a medio plazo. 2013, sin embargo, será un año muy duro. Habrá más recortes y en el Ejecutivo crece la preocupación por la acentuación de la pobreza. El impacto que tuvo el suicidio de un quiosquero de Granada pocas horas antes de ser deshauciado, el pasado 25 de octubre, ha disparado no pocas alarmas. Los desahucios, denunciados desde el inicio de la crisis por los movimientos sociales más críticos con el sistema económico vigente, se han convertido en el rostro más amargo de un país en el que el 83% de la población posee el título de propiedad de una vivienda. Hay 700.000 casas y pisos vacíos en España.

El desahucio es hoy el signo más afilado de la injusticia, cuando la mitad del sistema bancario ha tenido que ser asistido con dinero público, por el Estado y por la Unión Europea. Los jueces están inquietos. La Iglesia católica comienza a emitir señales de advertencia. El obispo de San Sebastián, Eduardo Munilla, de marcado perfil conservador, tachó hace unos días de "inmoralidad" los desahucios instados por bancos rescatados. El 15-M fue el primero en levantar la voz y hoy la proliferación de desahucios comienza a ser vista como un riesgo para la credibilidad de las instituciones. Es un drama. Es un escándalo. Y comienza a ser un riesgo sistémico.

El Gobierno se está moviendo y ha enviado una señal al PSOE. La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría ha ofrecido al Partido Socialista pactar una reforma legislativa que evite o aminore el drama. En el fondo: la credibilidad del entero sistema político español, severamente castigado en las encuestas. La oferta de pacto al PSOE, en un momento especialmente crítico para los socialistas, es significativa. 

Preocupación por el drama social y por la huelga general convocada por los dos principales sindicatos para el 14 de noviembre, sin el apoyo de CSI-F, principal sindicato de funcionarios, y de ELA-STV, el sindicato más influyente en el País Vasco. Huelga general a once días de las elecciones catalanas. La ciudad de Barcelona, de nuevo, a prueba. 

Los ingredientes clásicos de la Catalunya en ebullición vuelven a escena: crisis social, crisis con el Estado, orden público, clases medias movilizadas políticamente, ilusión y temor, sindicalismo, protesta y unas elecciones decisivas a la vuelta de la esquina. Catalunya no es el centro del universo, pero un túnel une Barcelona con la estación de Perpiñán

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